10 de junio de 2008

Sueño 1

La casa parece ahora un seminario, hay varios curas y mucho movimiento de jóvenes. Me confieso con uno de los curas, acaso por haber pecado al acercarme a los demonios de la fuente. El cura sentencia unas oraciones que no recuerdo, pero que incluyen Padrenuestros. Hay gravedad en su rostro y también en el de otro cura que conoce mi pecado. Yo empiezo una partida de ajedrez conmigo mismo, una partida que no termino porque el cura nos ordena terminarla en soledad. Cada cual debe ir a su cuarto con su tabla de ajedrez. El mío es uno de los baños del seminario. En el otro extremo del salón, otro seminarista me señala una puerta y me pregunta si es ese su cuarto. Le digo que sí, es otro baño. Girando completamente un gran picaporte interior, logro trabar la puerta del baño para que nadie entre y yo pueda terminar tranquilo mi partida. El baño es muy grande y muy viejo. Los inodoros tienen tapas doradas, es muy antiguo. Todo es grande: la pileta, la bañera, el espejo, pero no encuentro un sitio apropiado para sentarme. De tan viejo parece sucio y me da asco levantar la tapa del inodoro o sentarme sobre ella. Busco un asiento y trato de acomodarme. Tengo la tabla en mi mano e intento que las piezas no caigan. Cuando logro sentarme veo que el baño continúa por un salón oscuro. No puedo ver qué hay porque estoy concentrado en las piezas del ajedrez. Cuando levanto la vista hacia el salón, aparece la figura de un muerto. Quiero gritar pero sé que nadie me escuchará. El espíritu está desnudo, es gordo, sin pelo, de piel blanca, enfermiza, tiene los párpados hinchados y negros, igual que su boca. Ríe. Empieza a acercarse y sus movimientos son como los de un muñeco inflable. Parece rebotar contra el suelo con cada paso. Yo empiezo a rezar la sentencia del cura y me avergüenza no recordarla, porque tal vez en ese olvido esté mi condena frente a ese demonio. El espíritu sigue acercándose y casi logra apresarme. El Padrenuestro no me sale correctamente, apenas son sílabas que pronuncio aprisa por el terror. Estiro la tabla de ajedrez para mantenerlo alejado. El espíritu inflable rebota y retrocede, un poco por la tabla y un poco por la oración. Confío en que mi palabra lo alejará y podré escapar, pero el espíritu está dispuesto a volver y el Padrenuestro no me sale.

2 comentarios:

Fernando García-Lima dijo...

Es muy interesante como cambias de diferentes estilos, que hacen recordar a Carver uno y a Proust otro...

Me ha gustado descubrirte.

Por cierto, gracias por el comentario y por el link (tienes uno también en mi blog, por supuesto).

Un abrazo

Miss Morpheus dijo...

Mirar hacia dentro siempre asusta. Te sientes solo... sobre todo si te encuentras con alguien a quien no (re)conoces, o a quien reconoces pero no quieres reconocer...
Y no saber como escapar de él, de ti... Uff.

No había leído este sueño. Es espeluznante y está muy bien escrito y descrito.

Un abrazo.