20 de agosto de 2008

Génesis y denuncia


Yo, Diego Ribeira, vivo en un pequeño pueblo costero de Asturias, donde, como en todos los pueblos pequeños, todos conocen a todos, los paisanos siguen con mirada lenta e indiscreta a los recién llegados, y donde siempre se debe criticar a alguien, con razón o sin ella, da igual. En este pueblo también vive un hombre solo, de mediana edad, que todas las mañanas sale de su casa para ir a ocupar su puesto de funcionario. Es muy obeso, calvo, lleva gafas y un pequeño maletín. Todos los días, pues, baja la pendiente desde su casa, y luego, al subir, da lástima su balanceo pingüinesco, el sudor de la frente y como un resuello sibilante. Entra a su casa y ya no sale hasta el día siguiente.

Así fue siempre, o por lo menos desde que yo lo vi por primera vez, y así lo conoció cada uno de los que viven en este pueblo desde mucho antes de que yo lo conociera. La rutina de este hombre acabó, sin embargo, una madrugada fría, hace ya más de dos años, cuando la Policía entró en su casa y se lo llevó detenido. No fue el único, claro, porque se trató de un operativo en toda España contra la pedofilia y la pederastia, en el que cayó gente de los más diversos confines de la península. Así, todos supieron -porque en un pueblo pequeño siempre todos saben- que al hombre le había sido confiscado su ordenador con cientos de archivos de pornografía infantil. Tal fue la cantidad de material que durante años viajó desde alguna parte hasta su ordenador, y desde su ordenador hasta alguna parte, que fue interceptado por los investigadores como un usuario peligroso.

Y así fue que desapareció del pueblo durante un tiempo, dando lugar a un inmediato silencio y a un incomprensible olvido. Varios meses estuvo a disposición judicial, hasta que finalmente lo liberaron a la espera de un juicio. El hombre, pues, volvió al pueblo, a su casa, a la pendiente hacia abajo por la mañana, a su horario de funcionario, y a la pendiente hacia arriba por la tarde. Acaso también volvió a su ordenador. Cuando pregunté a alguien del pueblo por qué la gente seguía tratándolo como siempre, me contestó que porque aún no lo creían del todo. Y entonces este hombre -si aún es lícito llamarlo así- sigue haciendo su vida normal, a más de dos años de ser arrestado, y sigue paseando por las calles llenas de niños, sigue hablando con los padres de esos niños igual que como lo hizo siempre, y mientras tanto el pueblo sigue también con su vida normal, todos criticando a todos y mirando con desconfianza a los forasteros.

Por cierto, el hombre vive enfrente de mi casa. Me ha tocado la condena de verlo casi todos los días, de tener que comerme las ganas de matarlo por temor a que la justicia no sea tan lenta conmigo como lo es con él. Para desahogarme, intenté convertirlo en símbolos, y en la génesis del relato "Abrir los cajones" están, en efecto, algunas de las visiones fugaces que pudieron suceder esa noche en que la policía irrumpió en su casa. El resto, lo accesorio, lo menos importante, es pura invención impotente y vana.



13 comentarios:

Myriam M dijo...

Es realmente penoso Diego, no me gustaría estar en tu lugar y ver a ese cerdo cada día. Se palpaba algo bastante sórdido en el relato que ahora queda claro.

La gente sigue siendo muy permisiva con estos temas, en varios institutos donde he trabajado ha sido muy difícil denunciar a los profes que cometían abusos leves con sus alumnas/os, porque existe una especie de venda (o peor de corporativismo).

Un abrazo,

Lilith

Rodolfo N dijo...

Tremendo problema ,amigo, este que mencionas.
En todo el mundo parece que crece esta tendencia, y no se dan soluciones rapidas y contundentes.
Para preocupare.
Un abrazo

Miss Morpheus dijo...

"(...)Y antes de que mi hermana me jurara entre llantos que Julián no volvería a ver a la niña en su vida" Con esta frase, nos desvelaste el por qué de la importancia de sus cajones, y con "el resto, lo accesorio, lo menos importante (...)", que al final es lo esencial, porque es tu arte, nos emocionaste sin provocarnos naúseas ante la situación que narrabas.
Existe un tipo de ignorancia, que nada tiene que ver con los libros, ni con los estudios... que es a la que haces referencia. Mirar hacia otro lado, unirse a la masa y comportarse como si nada hubiera ocurrido. Y más si es el admirado profesor, o el culto médico..
Otro tema interesante, que hace que me hierva la sangre y del que poder charlar.
Un abrazo,
Psique.

Vintage dijo...

AL leer tu entrada sobre los cajones, lei lo qu estás comentando, pero no quise poner nada del entrevelo pq no leí ningún comentario sobre ese asunto.

Tego una hija de 5 años, vivo en un pueblo muy pequeño de la Rioja, en el pueblo hace unos 6 años pasó lo mismo, en este caso era el profesor.

No puedo imaginar lo q pasa por tu cabeza cada vez q ves al especimen ese suelto, yo snceramente no sé lo que haría, no puedo entender ni a estos especimenes ni a las gentes del pueblo y, menos dejar q los niños se acerquen a él

Un beso
muakkkkkkkkkkkkkk

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

No soporto el silencio cómplice de una sociedad que mira para otro lado. A veces hay que gritar, gritar muy alto. Y patalear, si hace falta, como harían los niños que llevamos dentro, esos que un día fuimos. Al menos, deberíamos hacerlo por ellos. Entiendo su impotencia... Le abrazo.

PIER dijo...

Triste realidad que vemos y escuchamos dia dia.
No se si yo podria vivir cerca de esa persona.
No, no me lo permitiria, el silencio a veces es nuestra peor arma, no podemos callar lo que sentimos.
Siento mucho que estes viviendo esta situación.
Seguro no es nada agradable enterarte de esto, y peor aún que vivas tan cerca de esa persona anonima que ha hecho tanto daño-.
te dejo abrazos.

Adriana dijo...

Hola Diego, sabes? creo que esta es una prueba más de aquello que vemos a diario en los diarios, TV, etc...sin embargo, cuando te toca, directamente, es decir, cuando te encuentras en medio de este dilema de querer hacer, decir, denunciar y la presencia constante de alguien tan detestable, pues nos hace mirar mucho más allá...hay demasiada indiferencia, quizás de tanto ver, como que nos vamos acostumbrando a esta "realidad" o "deformación" y es el momento, siento yo de apuntar con el dedo, mal que mal, muchos niños están siendo ultrajados y se hace tan poco...
Es imposible no hacer nada, tu escrito es tu declaración, tu denuncia, tu grito de alerta y no es cosa menor. No lo será nunca!
Un abrazo y gracias
Adri.

Diego dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios, que tanto estimo siempre. Este post ha sido un breve paréntesis, una aclaración y un desahogo, pero nada más. He puesto la palabra "denuncia", pero ha sido un error; al fin y al cabo yo también sigo haciendo mi vida normal, también yo formo parte de esta sórdida mudez y continúo, como dice Machado, "a orillas del gran silencio". Un abrazo a todos.

J.Mares dijo...

Hola Diego, entiendo perfectamente lo que dices. Para todos esos ciudadanos -a pesar de las pruebas irrefutables- no hay condena de la justicia todavía y ponerle nombre, cara, ojos, etc. a una situación dramática es como darla por definitiva, hacer tambalear los cimientos, remover argumentos.

La mayoría de la gente prefiere no "saber" para que su mundo no se vea alterado...

Comparto contigo la indignación y el asco hacia ese tipo.

Un abrazo amigo, Javi

doctora queen dijo...

En un mundo en el que la justicia pasa sólo por los tribunales hemos delegado nuestra responsabilidad en las sentencias y las sentencias tardan, por lo que la impunidad es frecuente que pasee delante de tu casa.

Lo cierto es que en el mundo occidentalizado no disponemos o conocemos mecanismos de justicia social a los que recurrir, tan sólo existe la cárcel como castigo y ese castigo no cambia nada.

No sé, es algo que me preocupa y que me ha hecho pensar muchas veces en como podríamos intervenir desde la base para crear y generar justicia, pero no tengo la respuesta, sólo algunas ideas y algunos ejemplos de otros pueblos: recuerda como ejemplo los escraches de tu tierra natal.

Tristemente la armonía de los pueblos se apoya en ese extraño ritual en el que la gente habla y no actúa. Aunque hay cosas que por dolorosas se atragantan y no se pueden ni siquiera hablar, y otras que la mente prefiere no creer.

La mente es traicionera, y muy práctica, y nos permite mirar a un lado ante situaciones que nos abruman por la impotencia que nos generan.Este mecanismo puede ser individual y también social. Y a veces en este mundo que nos rodea constantemente de miseria humana ésto es sano y protector, aunque triste.

No sé Diego que decirte pero me imagino que tortura te acompaña cuando ves a ese tío.

Un abrazo

Diego dijo...

Javi y Doctora, gracias a ambos también y también para vosotros va mi comentario anterior. Son invalorables vuestras palabras. Y a ti Doctora, no tienes que decir nada más porque ya lo has dicho todo. Aprendo constantemente de vuestras miradas. Un abrazo para los dos.

Anónimo dijo...

Sin palabras...

Dejame que te cuente dijo...

me pusistes el vello de punta....
haces bien en levantar la voz...pero lo tirste es que la gente calle y pase pagina...

siempre un lujo leerte diego...
un beso desde el sur