17 de julio de 2008

Testigos

Lo veremos abrazarla, porque tal vez así ella sentirá que alguien la está protegiendo y no está sola. Entonces se calmará un poco, sólo unos minutos, hasta que vuelva la agitación, los gemidos de un dolor cercano, otra vez revolverse en las sábanas, volver a sentir la piel de él, otra vez la calma fugaz antes de que sus ojos se cierren otra vez hacia las mismas galerías. Más tarde escuchará el plástico estrujado de la botella, el agua cayendo por su garganta como un redoble, los talones golpeando un ritmo y los brazos envolviéndolo desde atrás. Cada vez que me duermo vuelvo a soñar lo mismo. Cuéntame. Ella hará una pausa, bostezará. Voy por la autopista, es de noche, no hay nadie... mientras voy llegando a una curva veo que la autopista se ilumina y sé que será un camión grande, porque es el mismo camión grande de siempre, la luz... se hace más intensa y entonces empiezo a acelerar, acelero a fondo y pienso que es un segundo... un segundo... podría volantear a la izquierda y sería un segundo. Él le acariciará el brazo que lo sujeta y luego lo apretará fuerte. Y así los veremos dormirse.
Al mediodía, ella mirará a través de la persiana, luego volverá a la cama y lo abrazará y le besará la espalda varias veces. ¿Llueve? Está feo, pero no llueve. Tendríamos que despertarnos. Ya estamos despiertos. Y él sonreirá. Cuando éramos chicos, mi hermano y yo solíamos despertar juntos por la mañana, hablábamos de algo, retozábamos un poco y después él me preguntaba ¿nos despertamos?, y yo siempre le decía ya estamos despiertos. Ella suspirará. Podríamos ir al desfiladero a ver los osos. ¿Y si llueve? Si llueve volvemos. Y luego seguiremos viéndola a ella besarle la espalda.
Cuando bajen del coche, a la entrada del sendero, los veremos desperezarse y mirar alrededor escuchando al río. No sé si podremos sacar fotos. Ella asentirá mirando las nubes con una mueca de desconfianza. Caminaremos hasta donde podamos y si empieza a llover volvemos. No verán a las ovejas hasta que estén cerca, tampoco al perro que las vigila somnoliento desde la puerta de una casa y que se levantará con pesadez y caminará hacia ellos. Apurémonos. No pasa nada. Es muy grande. Y cuando el animal llegue hasta ellos, pasará la cabeza entre los maderos y él lo acariciará pero ella no. Tiene la oreja lastimada, pobrecito. Quizá los lobos. Luego él se agachará, le tomará la cabeza con las dos manos y lo mirará fijamente. Tus noches tampoco son tranquilas. Entonces ella advertirá que le han caído un par de gotas sobre la frente, él abandonará al perro para seguir y pronto los cubrirá la sombra del soto. Adelante, el sendero dará un giro y veremos un puente sobre el río. Allí se quedarán unos minutos mirando el agua, en silencio, hasta que ella habla. Hay un pescador allá abajo. No lo veo. A la izquierda, está un poco tapado. Sigamos, debemos llegar hasta los osos antes de que llueva más. Sortean todavía varios recodos del sendero, pero la lluvia se filtra entre los árboles. ¿Volvemos? Volvamos. El aguacero empieza a caer con más fuerza y ahora tienen que correr. Al pasar otra vez sobre el puente, él echa una ojeada rápida al río. Si no lloviera, me quedo a buscarlo. Ahora vemos que la lluvia es más fuerte cuando salen del soto, pero que ya no corren. Las ovejas siguen pastando, indiferentes, y el perro las vigila con el hocico levantado, como si quisiera aspirar de una vez el vaho tibio que brota del prado. Poco después, el camino se ha vuelto a recortar sinuoso entre las laderas. A cada curva el río ha aparecido y desaparecido tras los árboles, el río ha pasado y el auto lo ha seguido, avanzando implacable igual que el río, igual que el camino, y ellos dos han mirado el camino, los árboles y el río, todos agrisados bajo las nubes y el agua. Varios minutos han estado en silencio, hasta que lo vimos a él que alargaba un brazo y le acariciaba la mejilla. No sé si llegarás a perdonarme... Pero ella se volvió hacia la ventanilla, lo tomó de la mano y la apretó con fuerza contra su pecho. Luego, como si de pronto la despertara un recuerdo, soltó la mano bruscamente. Para que siguiera conduciendo, para que siguiéramos viendo las curvas pasar.

8 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Qué buen retrato, Diago. Me transmitió angustia y calma a la vez.

Arcángel Mirón dijo...

Donde dice "Diago" debe decir "Diego".

:)

PIER dijo...

Me has atrapado con este post tan hermosamente escrito, he vivido cada momento como si yo fuese ambos protagonistas, he sentido angustia pena alguna que otra sonrisa corta se me ha escapado.. Coo me ha gustado leerte..

te dejo abrazos.

Diego dijo...

Gracias por pasarte, Gilda, siempre es un honor.
Pier: bienvenida, será un gusto tenerte aquí.
Y siempre es interesante saber qué sensación ha dejado cualquier ficción; es la mejor manera de confirmar si hemos conseguido o no nuestro cometido. Gracias a ambas por eso. Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Sabes? Tiene gusto a escena cinematográfica...Muy bien narrado, me sentí allí, y también escuché la angustia de los personajes y de que algo entre ellos no va del todo bien.

Dejame que te cuente dijo...

vengo a dejarte un enlace a otro post de mano chao....al ultimo que edité..
ojala te guste...
el emed de este video y su original player estan en su web....una pasada este artista...¡¡¡
http://dejamequetecuente68.blogspot.com/2008/05/la-poltica-mata-politik-kills.html

un bso

Diego dijo...

Bruja: me alegro de que hayas podido escuchar esa angustia. Un abrazo.

Fire: lo he visto, muy agradecido. Un abrazo

Miss Morpheus dijo...

Cuando leo, me gusta abandonar el lugar en el que me encuentro y trasladarme, aunque sea durante unos minutos, a la historia que se me cuenta. Ser como una espectadora que, sentada bajo un árbol, tranquila y sin prisas, ve y escucha cual voyeur.

Eso es lo que has conseguido con este relato.

La parte relativa a las emociones, mejor me la guardo.

Un abrazo.