11 de septiembre de 2008

La tarea de la Academia

Lucius tuvo el primer presentimiento en la esquina de Viamonte y Uruguay, una noche en que volvía del Teatro Colón. Caminó mucho esa noche, intentó escabullirse entre la gente, probó varias combinaciones de subte, se perdió entre los vagones y las estaciones. Horas más tarde recibí su llamada. Me dijo que si había podido llegar hasta él, probablemente ya fuera omnipresente. Intenté disuadirlo probando contradicciones, pero Lucius dijo que empezáramos con las actas y el plan inicial, que él se uniría al día siguiente. Ya no volvimos a ver a Lucius.
Entonces la Academia entró en pánico y de inmediato una junta de emergencia me nombró presidente interino. La reunión inicial se realizó en mi casa pocas horas después del nombramiento; en los días que siguieron fue en las otras casas, pero también en cafés, en los baños de los cines, en las salas de espera de las estaciones y los hospitales, porque no convenía quedarse en un mismo lugar, porque cualquier sitio era bueno para la discusión y porque la muchedumbre inspiraba conceptos.
Contra la voluntariosa disposición de los más optimistas, la mayoría no dejó pasar ninguna oportunidad de demostrar que era una pérdida de tiempo. En ocasiones la negativa alcanzó extremos insoportables; otras veces, sin embargo, estuvo llena de lucidez. Se habló sobre la brutalidad de nuestro cometido, porque además de imponer una designación, queríamos imponer una realidad inmediata, cotidiana. Con esa tarea, quedábamos expuestos a que la realidad nos persiguiera hasta alcanzarnos, y a que los hombres nos aislaran, nos denunciaran o nos condenaran.
Nuestra tarea, pues, era doblemente ímproba. No sólo debíamos nominar una realidad desconocida para los hombres comunes, sino también para nosotros mismos. Y para esa tarea contábamos con apenas un puñado de sombras informes, una sensación de cercanía que no podía engendrar una sola señal, una sensación de lejanía que fatigaba cualquier esperanza, una cantidad de ausencias imposibles de ser recuperadas, y el miedo a preguntar, y un miedo mayor a imaginar quién sería el próximo.
Unos apuntes que Lucius dejó en su casa y que pudimos rescatar nos advirtieron de los problemas que surgieron ni bien empezamos. Lucius había meditado en el terror mucho tiempo antes de que se expandiera y nos había dejado una crónica simbólica de sus percepciones. Como todos, no pudo evitar la multiplicación, pero la anticipó en algunos años, tal como quedó registrado en sus apuntes. No hay una palabra en todas sus hojas que no manifiesten la desesperación interior que iba ganando la mente de Lucius mientras avanzaba en la contemplación de esa cosa cuyos contornos no podía advertir ni nombrar, pero que seguía creciendo y exterminando con una eficacia inédita. Todos sus comentarios son pinceladas a la deriva que dio con la esperanza de que más tarde la totalidad le mostrara alguna figura familiar. Los años pasaron sin que hubiera alcanzado sus objetivos, pero todavía quedaba la Academia y Lucius confió en que su solitaria búsqueda bastaría para comenzar. Hoy, muchos años después de la tragedia, nuestra tarea aún permanece inconclusa.

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NOTA: poco después de los sucesos que narra esta crónica, el mundo comenzó a verlas:


Imagen: Cuervos negros, negras lágrimas de Mariana Schapiro (técnica mixta sobre tela)




13 comentarios:

Anónimo dijo...

eres católico?

Miss Morpheus dijo...

Se me ha erizado el vello y un escalofrío me ha recorrido el cuerpo...

Pareciera que aquello que no vemos, no existe.

..............

J.Mares dijo...

Cuanto dolor engendrado por la mediocre apisonadora... Muy buen escrito amigo Diego, muy bueno. Conmovedor. Un abrazo, Javi

simalme dijo...

Cuántas cosas deberíamos hacer, y cuántas están sin hacer.

Tristancio dijo...

Si nos ponemos a enumerar todas aquellas realidades indignas que permitimos que ocurran, que mal parados quedamos los seres humanos. Como para dejar de llamarnos seres "humanos".

Y el mundo sigue su curso, tan tranquilo, como si nada...

Y el texto, impecable... implacable.

Saludos.-

Myriam M dijo...

Totalmente de acuerdo con Tristancio, el texto es duro y oscuro, pero franco y directo... muy bueno, sí señor!

Me gustó por todas las puertas que le abre al lector, es un viaje entre el escalofrío y la tragedia (o mejor la denuncia...)

Gracias por el texto, por el vídeo (vaya mujeres!) y por descubrirme a Mariana Schapiro

Un placer leerte como siempre,

Lilith

Anónimo dijo...

Un perfecto texto elíptico! Felicidades.

Diego dijo...

Laura: por la teoría sí, por la práctica no. ¿Por qué?

Miss Morpheus: y es más terrible cuando eso que no vemos es letal y está justificado por un poder que controla todo un país. Un abrazo.

Javi: una apisonadora, es buena metáfora. Un abrazo.

Simalme: ...y que no se harán nunca.

Tristancio: tú sabes muy bien de qué se trata. Tanto tu país como el mío ha pasado por la misma tragedia, aunque con diferentes verdugos. Un abrazo.

Lilith: Schiapiro participó con esta obra en una exposición sobre la dictadura argentina (que también estuvo en Madrid un tiempo). Todo allí es perfectamente comprensible: el paisaje es el de la costanera de Buenos Aires, el Río de la Plata, las lágrimas caen sobre el agua como los desaparecidos, y detrás los cuervos, que ya se sabe quiénes son. Es escalofriante. Gracias, Lilith. Un abrazo.

Bruja: gracias, un abrazo.

PIER dijo...

Que miedo!.
No, madre mia!.
Que post tan duro y extrañamente terrorifico.. con un toque suave, pero no deja de ser fuerte..me ha gustado..

que estes bien.
abrazos.

Dejame que te cuente dijo...

escalofriante diego...
me pone el vello de punta...que digo el vello?...el alma en pie...
tambien encontré hace tiempo un video que quisiera postear...merece la pena que no caiga en el olvido..
gracias por la memoria diego...
un beso

Perséfone dijo...

Impactante...

Que buen relato.

Un abrazoenorme con sabor a regreso.

Hache dijo...

Un texto impactante con una historia oscura detrás, una de tantas historias que se intentan ocultar, como si así no existiera el dolor.

Imaginé el río de la plata con sus lágrimas ... fue intenso hacerlo. Y triste.

;)

Diego dijo...

Pier: la historia real da más miedo. Un abrazo.

Fire: ojalá puedas publicar ese video, la memoria es la única solución para que no vuelvan a cometerse tales horrores. Un abrazo.

Perséfone: bienvenida de nuevo. Un abrazo.

Hache: han quedado muchas lágrimas allí y todavía no se sabe de quién. Un abrazo.