1 de agosto de 2010

¡Despierta!

Aunque no hayas dormido, despierta. Aunque un insomnio de laberintos y palabras parezca haber crecido dentro de ti, abre esos ojos que nunca cerraste. Olvida por un instante el otro sueño, sus fatigas y sus sacrificios, y acude a este que la noche no ha podido borrar. Despierta, para que tu alma se haga de vigilias y desvelos; sueña, para que tu alma se deshaga en símbolos y simetrías. Acepta el regalo que el tiempo te otorga como tributo a tu sangre derramada, así: con humildad y con gratitud. Despierta, sueña, deja que vuelvan a roerte los fantasmas, los nombres, las sombras, porque tú eres ellos, también eres ellos. Y no te lastimes de ausencias o silencios, y no abomines del plazo que te dan para hacer tuyo este despertar. Tan sólo despierta, despierta y sueña.



4 comentarios:

Noelia A dijo...

Gusto de volver por aquí y encontrar un post después de tanto tiempo.
Algo en estas líneas que subiste me dan una idea de aceptación, de vivir con naturalidad, sin asistir a las demandas externas siempre tan potentes y enmascaradoras, sino siendo uno mismo, que es la única manera de aprovechar el tiempo, este tiempo del que no debiéramos preocuparnos, que mientras más no preocupamos más lo perdemos.

Saludos

Tristancio dijo...

No sé por qué, al leer este texto, pensé en Saramago. Supongo que por eso de que uno nunca sabe adónde nos pueden llevar las palabras... las propias y las ajenas, si es que se puede hablar de palabras ajenas en la literatura.

(Intento comentar como si nunca te hubieses ido, aun sin saber si esta señal es de un regreso).

Yurena Guillén dijo...

¡Un texto nuevo! Una invitación a soñar despiertos. Me gusta.

Un abrazo grande, Diego. Espero que la publicación no sea puntual y se sucedan más textos con cierta frecuencia.

Gustavo dijo...

Estuvo beno el cuento. A veces hay que agarrar un martilo y romper esos muros que con el paso de los años vamos construyendo hasta practicamente encerrarnos en una carcel creada por nosotros mismos. Tomar un plumero y quitar esas telaarañas que dejamos que crezcan a nuestro alrededor. Cortar esas redes que no paran de agrandarse hasta envolvernos sin dejarnos casi mover. Tenemos que terminar con todo eso, apretar el acelerador y salir para adelante de una vez por todas. Si no es como que lentamente nos dejamos morir.